(otro fragmento de la novelita La zanja de Alsina)
De nuevo ¡y ya! haciendo
equilibrio en el primer día del año. Renglón, mi viejo renglón, me ha seguido
desde el año pasado (no descansa en su chorrito). De nuevo en la grilla de
partida que, vale aclararlo, partida de nacimiento está. Inaugurando el roto
bloc con una, de antemano, fracasada
lírica del porvenir. Engrillado y solo, en un paisaje donde nunca pasa nada: no
pienso volver a hablar sobre la hoja en blanco. Las hojas, si blancas, tienden a
moverse solamente por acción del viento, que
es escaso. La zona, cercada y letrificada, se habita a sí misma, fluye
un pútrido olor.
Y quién querrá hablar de muerte acá mismo, ahora que ya no es
navidad, ahora que se acabó el nacimiento de un cristo mal repartido, de una puta
vez. Los acontecimientos y los años (antes o después de cristo, no hay
diferencia) se acaban así, de una puta vez. Nada de remilongas ni remolonas
vueltas alrededor de la pista ni del reloj de sol. La historia tiene su tic-tac
y va derecho al muere –como el general Quiroga-. En línea recta están los acontecimientos (que siempre van en
car, lo dijo Borges), siempre intervenidos por la desgracia. La sin gracia, la
que no advierte ni la graciosa palabra ni la brutalidad del silencio. La ciega
general, mi General!
Atenti, vuela una mosca en el silencio bruto y nadie advierte
el vencimiento de un paraíso, que no es, tampoco, el de la boleta de gas. No nos hagamos los
gaseosos, que de lenguaje estamos hechos y la letra nos sucede en todo el
cuerpo. Graciosa, no la mosca, porque para hablar era súper callada, siempre un
tono más abajo de la razón reía (zonreía, sin razón, bajito, como con ese aire
insuficiente que le resta a la última letra del abecedario). Decía, vuelve a la
carga como una histérica que necesita de la distancia para tener un camino
conocido por el cual regresar; porque siempre se vuelve… Es como borrar y
volver a escribir, en el cuaderno Rivadavia (perdón Laprida, es que ud no se
borra, por eso no tiene sillón ni avenida). Ahora debo volver a escribir, que
es como volver a escribir por culpa suya, Laprida, que: es como borrar y volver a escribir, en
el cuaderno Rivadavia, la palabra dada,
por ella, pero bordada con hilo de
coser: al primer tirón se desborda. Palabra da-da, un espejismo de yo-yo, con
fecha de vencimiento. La gilada final, finamente legislada, en la letra chica
se descansa. La culpa en cada signo borroneado vuelve aparecida en sus seis
caras ¡el femenino dado!; la cólera en un trazo de ostracismo se vislumbra. En
fin, la generala dada a sus caprichos de dobladillo descosido.
Ahora bien, Alsina, la cuestión no está zanjada. El inconsciente ¡Salvaje! (¡unitario! nunca
dos capítulos de novela) sigue su saga: un sujeto que destiñe hasta ahogarse en
su propia tinta. ¡A quién se le ocurre tan familiar matadero!
¿A la final, se muere el inconsciente o no se muere? Si
sobrevivo ¡tamaño inconsciente! es sólo para asistir a mi final, al final de un
corazón pidiendo moneditas. Era de eso de lo que no debíamos hablar. Hasta que
yo, como un estúpido final (que siempre huelga), pasada la fecha de vencimiento, lo hice.
6 comentarios:
Tito, me emociona tu texto, tu poética. Nos debemos un vino. Ya me contactó Ture que también habló de vino. Manteneme al tanto de las actividades en las que andan y si puedo me cuelo en algún evento. Un abrazo.
quique querido! somos dos los emocionados. realmente me causó muchísima alegría nuestro encuentro virtual y, aun más, el comprobar que seguís en la literatura y ¡oh casualidad! que anduvimos abrevando en las mismas fuentes.
queda pendiente ese vinito con literatura ¡cuanto antes!
abrazott.
No le tiro un ladrillo, le tiro la hilada entera: es hermoso.
Salú!
botija de tanto tiempo! qué bueno haya pasado por la obra. tire con lo que tenga a mano. acá los ladrillos nunca están de más.
abrazo y salú!
Certera y legible prosa.
Saludos.
gracias Jorge.
un abrazo!
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