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TERRAZA



¡dónde estamos parados!





Implementando una lógica que aún no alcanzo a comprender, don Donato y su cuadrilla de albañiles han decidido comenzar la construcción de este monoblock ¡por la terraza!


Sí, así como les digo. Gilles Donato, un simpático paraguayo que acostumbra presentarse con un arrugado título de “Maestro Mayor de Obra” bajo el sobaco, asegura que la mejor manera de darle solidez al edificio es comenzando por la terraza.


Hoy a las cinco de la mañana me despertó con un llamado telefónico para convocarme
a la inauguración de la obra. Emocionado por el acontecimiento, y sin que le temblara la voz, me dijo: “don Colón, a ver si se llega usté prontito hasta la obra pa' colocar la Piedra Jundamental”. La solemnidad que le imprimió a ese final: “Piedra Jundamental” me terminó por convencer. “Al fin y al cabo –pensé- un tipo que es capaz de hablar a las cinco de la mañana con ese tono, merece ser tomado en serio”.


Media hora más tarde ya me encontraba en el terreno pelado de la futura obra con un escenario complicado de entender. Don Donato, luego de pronunciar unas breves palabras, no exentas de emoción, me hizo entrega de una tijera instándome a que cortara la cinta de raso que tan prolijamente se había encargado de tender. “Déle hombre, péguele un tijeretazo nomás”.


Luego de unos escasos aplausos, y con la idea fija de volver a la cama calentita, le devolví la tijera. El tipo, adivinando mi intención, me tomó firme por el brazo y sin mediar palabra me llevó hasta la zona especificada para comenzar la obra. Me di cuenta de su consumado materialismo cuando me dijo: “Nada de simbolismos don Colón”. Y, acto seguido, me alcanzó un pesado ladrillo.


“Carajo, que está pesado esto”. Me miró con severidad y me respondió: “Así debe ser. La Piedra Jundamental es parte de los cimientos del edificio. Y si la obra no tiene buenos cimientos se puede derrumbar en cualquier momento”. Ya un poco cansado de esta historia absurda, lo miré al tipo con mi mejor cara de incredulidad. Por toda respuesta recibí un: “Déle hombre ¡no sea cagón! y apoye de una buena vez ese ladrillo en el aire”.


Treinta metros debajo de nosotros los albañiles, con los pies en la tierra, sonreían mirando la escena. La mezcla burbujeaba en los baldes. Las cucharas empuñadas con absoluta convicción.


“Manos a la obra” gritó don Donato, mientras alineaba el segundo ladrillo junto a la piedra jundamental.



La foto pertenece a la serie "Obra" de Daniel Berens (un amigazo)


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domingo

Casta Vulgata, el nuevo libro de Néstor Colón

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Quedan todos invitados.
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lunes

Erick Pohlhammer "Me que la vaca mu"



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Un nuevo golpe de palabras


¡Segundos afuera!

En Último Round, Julio Cortázar arriesga: jugar poesía es jugar a pleno, echar hasta el último centavo sobre el tapete para arruinarse o hacer saltar la banca.

Una obra frente a uno, tanto como para abrir el juego y provocar un caprichoso intercambio de vocales  o, por seguir jugando y aprovechar otro efecto posible, uno obra su lectura ante una obra. Juego y lenguaje, entonces –provocación también-,  parecen conformar el espacio apropiado en el cual se desenvuelve la propuesta poética de Pohlhammer. Acaso en esa distancia de lo real que proporcionan el juego y el lenguaje, como representación, sea posible entender por qué este provocador profesional recurre finalmente a la poesía como medio de expresión.

Erick Pohlhammer nació en la ciudad de Santiago (Chile) en 1955. No es un dato menor si consideramos que muchos de sus libros vieron la luz, valga la paradoja, durante la prolongada dictadura (1973-1990) de Augusto Pinochet. A propósito el escritor Jorge Montealegre, refiriéndose al grupo de poetas que estaban en plena actividad en ese período, acuñó el mote de Generación NN (abreviatura de la expresión latina Non Nomine); huelgan palabras.

Junto a Pohlhammer podemos nombrar al mismo  Montealegre,  Teresa Calderón, Aristóteles España, Ernesto Langer, Elvira Hernández, Raúl Zurita y Mauricio Redolés, entre otros. Vale aclarar que la denominación NN refiere más a una coyuntura histórico-política que a una voluntad colectiva de estilo. Sin dejar de reconocer que muchas de las obras de estos poetas reflejan, con carácter testimonial, lo acontecido en el vecino país.

Es este contexto represivo, impuesto por el régimen militar pinochetista, el que dará marco a sus primeras publicaciones: Epístolas iluminadas entre parejas disueltas y Tiempos difíciles, ambos de 1979; Es mi segundo set de poemas, 1985 y  Gracias por la atención dispensada, 1986. Además de la inclusión de sus poemas en varias antologías durante la década del ochenta.

 Si bien en Chile se lo considera un deudor de la Antipoesía, no es menos cierto que sus variados recursos le permiten transitar el poema corto, con alto grado de resolución metafórica,  tanto como explayarse en un registro coloquial, casi narrativo, por lo cual  resulta difícil encasillarlo en una corriente estética determinada. En esa heterogeneidad estilística, siempre signada por el elemento lúdico y la ironía, parece residir su estilo como una afirmación del no estilo: otro cross Pohlhammer, que profundiza la propuesta de Nicanor Parra, como para desalmidonar la literatura.

Me que la vaca mu es un título apropiado para un  libro de poemas,  que responde, en principio, a uno de los presupuestos básicos del lenguaje poético: connotar.  Está presente en función de lo dicho ahí mismo, lo no dicho, lo amputado. Desde el vamos, entonces, aparece -como exigía Proust- una lengua ajena a la lengua estándar; un  desequilibrio, en este caso provocado por el elemento faltante. Esa primera perturbación  del sentido, a partir de lo oculto -la letra misma-, nos impone el rehacer nuestra propia experiencia de lectura ante la puerta  de un texto que nos invita a entrar de una manera poco ortodoxa: a través de sus agujeros. 

Ingresamos así en la casa de un niño, un niño terrible que esconde el juguete más preciado que poseemos: el lenguaje. Pero a la vez, también, sin temor a enfrentar sus propias contradicciones, lo exhibe de manera descarada. En esa dialéctica que se genera entre  mostrar y ocultar se empeña la palabra, se tensa el lenguaje en la búsqueda del resquicio, la grieta, que haga posible la  utopía de la comunicación, aun a sabiendas de la inutilidad del gesto: Porque de mi podrán decir cualquier cosa / Menos decir que no digo lo que dije que diría / Sabía que iba a pasar esto / no importa nadie tiene la culpa / Nunca nos hemos entendido ni nos vamos a entender. El crudo y llano reconocimiento aparece y desaparece para volver a emerger, pero acaso  maquillado, atenuado por el efecto lúdico: La abeja se queja / La mosca lo mosca / Huye el cuye / Se ebulle la cosa…/ Es que algo que no tiene nombre le ha ocurrido al gallo. La cosa finalmente se evapora. La palabra alcanza su temperatura de ebullición de tanto rozar y fracasar en su tarea de representación del acontecimiento. Porque lo que ocurre no tiene ni puede tener nombre; es siempre exterior al lenguaje, o el lenguaje es su exterior. Ahora bien, qué hacer frente a esta verdad inapelable. Muhammad Alí, estilista y filósofo del ring, probablemente haciendo sombra con  ese fantasma, aseguraba que decir la verdad es el chiste más gracioso del mundo. A su manera objetivaba la verdad y la llevaba a otro plano más tolerable, al plano del chiste, la broma. Erick Pohlhammer, apelando a un recurso similar, se vale de otra distancia, la que proporciona el juego, y en un tono de estribillo infantil, jugando con la rima y la vecindad de los significantes, desdramatiza la angustia que nos revela  esa verdad: la incomunicación.

La ironía es otro de los recursos estilísticos en los que se asienta la obra de Pohlhammer. Puede aparecer de manera rotunda, como en Composición de otoño, en la autoritaria voz de un padre de familia, de sesgo casi militar -cuyo anagrama: limitar, define a la perfección el espíritu del poema-,  o bien como llamados de atención, frases  estratégicamente distribuidas en un contexto de poema narrativo. Por caso: La Nada es la cara oculta del Ser / No me pregunten porque oculta su cara / (me sopla que no tiene mala onda con nadie) o en Virgen de lo Vásquez , en el cual un extravagante devoto le confiesa a la virgen: Seré franco contigo / Para llegar hasta aquí / Hasta tu luminiscente presencia azulina trasparente / Me vine en taxi… y luego:  Me arrastré arrodillado por la quemante carretera / Aunque sólo a lo largo de cincuenta metros…  para rematar: Y con las rodilleras de arquero que uso para jugar  a la pelota los domingos . En ocasiones aparecerá concentrada en forma de haiku, no exenta de humor: En rama roma rima / gorrión y golondrina / ¿desnudémonos prima? 

Estamos ante un poeta cuya virtud principal no ha sido la de embanderarse  abiertamente en la denuncia, y sin embargo algunos de sus textos alcanzan para demostrar que no ha dejado de dar testimonio sobre las circunstancias político-sociales por las que ha atravesado su país. Así, en el ya citado Composición de otoño, luego de enumerar una serie de preceptos formales, morales y religiosos,  finaliza en la imperativa voz del personaje,  diciendo: Y al entrar a casa haga una venia a los fantasmas. La venia es un permiso concedido por una autoridad, pero también es un característico y rígido saludo castrense. Considerando la época de publicación del poema -2001-,  bien se puede interpretar como una solicitud de permiso a la persistencia de los fantasmas,  tras 17 años de dictadura militar. En Los helicópteros, otro de sus reconocidos poemas,  la misma persistencia tomará la forma de un sonido, un rumor:  hasta que llegaron los helicópteros con su zumbido / que se infiltró hasta siempre en / las estructuras cerebrales de las generaciones posteriores a las nuestras . Este poema pertenece a Tiempos Difíciles, publicado en 1979, pero lo destacable, más allá del significativo dato temporal que conlleva en sí el jugado testimonio de aquel  presente, es la advertencia, casi una profecía, de las consecuencias de un presente eterno, cito: que no fue otra cosa que el continuo / ir – venir- ir y venir - ir - venir  / de los helicópteros en torno a un mismo círculo / bajo el cual / nacieron vivieron y murieron el resto de las generaciones… Destacando que el poema comienza y finaliza con puntos suspensivos.  En esa suspensión temporal podemos entender que varias generaciones de chilenos, víctimas de un inconsciente colectivo sitiado –valga la licencia-, tuvieran que seguir haciendo la venia a  esos fantasmas.

Irarrázaval es una importante avenida de Santiago, y también el título de un inquietante poema. Inquietante, precisamente, por su misma construcción: una caótica acumulación de frases sueltas del estilo El apio es el opio del vegetariano dogmático o El equilibrio es el suspenso entre la acción y la contemplación.  Frases cuyo recorrido  se agota en el punto que separa cada verso-oración, como si cada uno de esos puntos representara  las  calles transversales  que interrumpen la avenida principal, provocando de esta manera un cambio de rumbo en el sentido de la circulación. Ahora bien, podemos pensar que este circuito aleatorio implicaría la búsqueda de un sentido o, ya despojados de ingenuidad, que la caótica propuesta apunta a la desarticulación del mismo.  Desarticulado el sentido nos enfrentamos a la desnudez de los significantes, a la materialidad del lenguaje y, en todo caso, la confirmación nos llega de la mano del autor: La avenida Irarrázaval es el paraíso, afirma. Si la avenida Irarrázaval es el paraíso, estamos en presencia de un paraíso material que, en franca oposición al de la tradición judeo-cristiana, se asemeja más a la noción de caos: una colección de frases sin perspectiva de progresión lógica, una sintaxis rota, una gramática deforme. Un juego, finalmente, en el que cada uno podría armar su  discurso en un recorrido tan múltiple como fluctuante. Un rompecabezas ideado por un niño irreverente,  que nos convida a recrearnos en su propia rebeldía.

                                                                                                                                      Néstor Colón



LOS HELICOPTEROS

…hasta que llegaron los helicópteros y los helicópteros
se establecieron desde allí hasta siempre
                         girando y zumbando como tábanos
                      de acero los helicópteros
girando sobre nuestros cerebros, zumbando sobre nuestros cerebros
                   que desde allí en adelante
                  se limitaron a recordar la épocas previas a
                     los helicópteros
           épocas llenas de esperanzas aquellas
           épocas que si bien
hasta que llegaron los helicópteros con su zumbido
                 que se infiltró hasta siempre en
las estructuras cerebrales de las generaciones posteriores a las
                      nuestras
                    posteriores a las generaciones anteriores
que intentando llevar a cabo la esperanza
           fueron sorprendidos por el ronquido de los
                                        helicópteros
           poniéndose término así
a una visión de la vida de la historia y de las cosas
    distinta a la llegada de los helicópteros
                 imponiendo estos
lo que sería denominado por los historiadores venideros
          como “el sistema de rodaje de los helicópteros
                     concéntricos”
que no fue otra cosa que el continuo
  ir  -  venir – ir venir – ir – venir
de los helicópteros en torno a un mismo círculo
                    bajo el cual
nacieron vivieron y murieron el resto de las generaciones…




VIRGEN DE LO VASQUEZ


Seré franco contigo
Para llegar hasta aquí
Hasta tu luminiscente presencia azulina trasparente
Me vine en taxi hasta Curacaví, cosa
Que no  resta un ápice de mérito a mi fe devota
Yo te soy fiel aquí
Y en la Quebrada del Ají,
Con ropas de sedo lino suave o en pelotas, lo mismo da,
Enseguida, virgencita,
Me arrastré arrodillado entero roto por dentro,
Me arrastré de rodillas por esta tórrida carretera
Bajo un sol que más que sol es genuino castigo,
Bajo un sol asesino
Aunque sólo por 50 metros, aprox,
Hasta Ti
Azulina presencia trasparente luminiscente
Y usando las rodilleras que usara mi padre que en paz
                                       /descanse,
Cuando jugara al arco por Ferrovarios dos temporadas solamente
Y uso hoy yo los domingos en la competencia local
   / de equipos de barrio,
Con aquellas rodilleras no me rompo las rodillas,
Rodilleras que  usara Arturo Rodenack
En los tiempos de oro  de Audax Italiano
Aparte que no observo relación alguna
No advierto vínculo de ninguna clase,
Entre hacerme pebre las rodillas por el duro cemento quemante
Y que me borres los pecados como por arte de magia,
Yo soy fe borra mis pecados provengo de familia luterana
Adorada Vírgen de lo Vásquez
Protectora de los débiles y los desamparados,
La franqueza ante todo sobre todo ante Ti,
Con todo respeto por los que se rompen las rodillas
Por esta carretera horrenda, sartén hirviente en verano,
Parecemos huevos fritos tus devotos reptando por ella, carretera
Que sin Ti no obstante no iría a ninguna otra parte que al infierno.



"Me que la vaca mu" es una antología de la obra poética de Erick Pohlhammer publicada en abril de 2013 por el sello editorial Lamás Médula.
La selección y el prólogo quedaron a cargo de Néstor Colón, director editorial de la cactus collection.
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viernes

Yo muero todavía / Arnaldo Calveyra

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Te  lo digo, te lo digo, tienes que creerlo, nos estamos volviendo esta cosa increíble que es el amor, un brazo es un abrazo, las estrellas más se internan descalzando floras, tus enanos muertos que pisabas ayer tarde, el agua, las aguas aquellas que miramos con un oído atento hacia las caras, sin saberlo, sin saberlo.

El viaje largo presentido, larguísimo callado, la casa por la copa de los álamos, el lado de sombra de tus ríos, la pandorga alta queridísima entregada con una mano, aquella palabra que llegó una tarde a pasar la vida con nosotros.

Encendido por el viento, ningún manantial pisa la tierra, el amor había nomás que darlo todo, si no ¿quién habría de quedarse en casa cuando  ya todos nos hayamos ido?, invierno de aquél año en que moríamos de niños, nada cesa pero el amor no cesa, ¡qué mineral, cuánta greda en un fantasma!

Yo sé, tienes que creerlo, yo muero todavía, ya me animo al amor con los ojos abiertos, yo lindo todavía, alambrada mía, río de sonda que me paras en dos patas de conseja camino hacia tus bocas, dame de esas lámparas que pasan, de esas estelas que se apagan al hallarse, llévame para siempre conmigo fuera mío, no dejes que yo entre más en tantas casas sin hallarte, los mil dedos por noche de mis manos, laberinto que no extravías al que abre la boca sin su grito mudo, escucha, no escuches a las alas que no coinciden al cerrarse, nos estará, sí, ya gozando la inolvidable muerte.


de Cartas para que la alegría - Iguana, Iguana.

El vencimiento de un paraíso.



(otro fragmento de la novelita La zanja de Alsina)


De nuevo ¡y ya! haciendo equilibrio en el primer día del año. Renglón, mi viejo renglón, me ha seguido desde el año pasado (no descansa en su chorrito). De nuevo en la grilla de partida que, vale aclararlo, partida de nacimiento está. Inaugurando el roto bloc  con una, de antemano, fracasada lírica del porvenir. Engrillado y solo, en un paisaje donde nunca pasa nada: no pienso volver a hablar sobre la hoja en blanco. Las hojas, si blancas, tienden a moverse solamente por acción del viento, que  es escaso. La zona, cercada y letrificada, se habita a sí misma, fluye un pútrido olor.



Y quién querrá hablar de muerte acá mismo, ahora que ya no es navidad, ahora que se acabó el nacimiento de un cristo mal repartido, de una puta vez. Los acontecimientos y los años (antes o después de cristo, no hay diferencia) se acaban así, de una puta vez. Nada de remilongas ni remolonas vueltas alrededor de la pista ni del reloj de sol. La historia tiene su tic-tac y va derecho al muere –como el general Quiroga-. En línea recta  están los acontecimientos (que siempre van en car, lo dijo Borges), siempre intervenidos por la desgracia. La sin gracia, la que no advierte ni la graciosa palabra ni la brutalidad del silencio. La ciega general, mi General!

Atenti, vuela una mosca en el silencio bruto y nadie advierte el vencimiento de un paraíso, que no es, tampoco,  el de la boleta de gas. No nos hagamos los gaseosos, que de lenguaje estamos hechos y la letra nos sucede en todo el cuerpo. Graciosa, no la mosca, porque para hablar era súper callada, siempre un tono más abajo de la razón reía (zonreía, sin razón, bajito, como con ese aire insuficiente que le resta a la última letra del abecedario). Decía, vuelve a la carga como una histérica que necesita de la distancia para tener un camino conocido por el cual regresar; porque siempre se vuelve… Es como borrar y volver a escribir, en el cuaderno Rivadavia (perdón Laprida, es que ud no se borra, por eso no tiene sillón ni avenida). Ahora debo volver a escribir, que es como volver a escribir por culpa suya, Laprida,   que: es como borrar y volver a escribir, en el cuaderno Rivadavia,  la palabra dada, por ella,  pero bordada con hilo de coser: al primer tirón se desborda. Palabra da-da, un espejismo de yo-yo, con fecha de vencimiento. La gilada final, finamente legislada, en la letra chica se descansa. La culpa en cada signo borroneado vuelve aparecida en sus seis caras ¡el femenino dado!; la cólera en un trazo de ostracismo se vislumbra. En fin, la generala dada a sus caprichos de dobladillo descosido.


Ahora bien, Alsina, la cuestión no está zanjada.  El inconsciente ¡Salvaje! (¡unitario! nunca dos capítulos de novela) sigue su saga: un sujeto que destiñe hasta ahogarse en su propia tinta. ¡A quién se le ocurre tan familiar matadero!


¿A la final, se muere el inconsciente o no se muere? Si sobrevivo ¡tamaño inconsciente! es sólo para asistir a mi final, al final de un corazón pidiendo moneditas. Era de eso de lo que no debíamos hablar. Hasta que yo,   como un estúpido final  (que siempre huelga),  pasada la fecha de vencimiento, lo hice.


domingo

ELEGÍA 1987 -a Carlos Drummond de Andrade-

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Aprovecho la entrada anterior para colgar este viejísimo poema -más de veinte años- en homenaje al viejo Drummond y a su "Elegía 1938".





esta mañana
el sol hacía fracasos
contra un coro indiferente
de carteles

por la tarde
crecieron edificios a destajo
donde practica el viento
su pólvora insistente

llega la noche
y la luna tropieza
en las terrazas
a respirar un rezo
alguna contundencia.

nacen horas ásperas
forzadas hasta el roce
la obstrucción.

desiste carlos
disimula
y aprovecha esa almohada
ese descanso.
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Carlos Drummond de Andrade

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Nunca de más volver a tomar un par de tragos con el viejo Drummond, sobre todo acompañado por el sonido de la lluvia. Un agua tan liviana que hace que el mundo no pese más que la mano de una criatura.












Los hombros soportan el mundo




Llega un tiempo en que no se dice más: Dios mío.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que no se dice más: mi amor.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el rudo trabajo.
Y el corazón está seco.

En vano mujeres llaman a tu puerta, no abrirás.
Quedaste solo, la luz se apagó,
pero en la sombra tus ojos resplandecen enormes.
Eres todo certeza, ya no sabés sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.

Poco importa que venga la vejez, ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y él no pesa más que la mano de una criatura.
Las guerras, las hambres, las discusiones dentro de los edificios
prueban apenas que la vida prosigue
y que no todos se liberaron aún.
Algunos, hallando bárbaro el espectáculo,
preferirían (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que nada se gana con morir.
Llegó un tiempo en que la vida es una orden.
La vida apenas, sin mistificación.




Carlos Drummond de Andrade
(brasileño 1902-1987)

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Te abracé en la noche (Fernando Cabrera - Rubén Rada)

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Y a veces la Belleza se despoja, prescinde de todo artilugio y se revela como en estado de desamparo.




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No matar la palabra, no dejarse matar por ella























Una cierta distancia de la letra siempre será recomendable.




Una distancia que permita desplegar los juegos de la palabra y haga comprender que la ironía sólo puede ser confundida con el cinismo por quienes son llevados por la fuerza (de la culpa) a sostener sus conce(p)ciones. La ironía destruye el sentido unívoco de la palabra, destruye el sentido común que asigna identidades fijas y bien delimitadas a todas las multiplicidades que reprime. La partitura del signo no puede reducirse al dos por cuatro del lenguaje común, aunque más no sea porque ya todo el mundo sabe divertirse con un juego de palabras. En las palabras aparece el empuje de una necesidad y/o deseo: se puede pedir una pizza o una prueba de amor.




Literal Nº 1

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lunes

EL CARNAVAL DE LA HISTORIA

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Celebrando el primer feriado de carnaval, después de tantísimos años!


UN CORSO A CONTRAMANO

Último sábado de carnaval en Buenos Aires. Movido por la curiosidad, llego hasta el poco promocionado corso de Villa Luro, en el cruce de las Avenidas Juan B Justo y Lope de Vega. Sorprendido ante el escaso público, por un momento pienso que se trata de un multitudinario recital de poesía, pero el sonido de bombos y redoblantes se encarga de desmentir mi audacia.
A ojo de buen cubero, unas doscientas personas rodean un improvisado escenario iluminado con hileras de lamparitas colgantes, algunas de colores. La imagen me recuerda aquel verso de Borges del poema Montevideo: “calles con luz de patio”. O a este otro, de Enrique Cadícamo: "la luz de un fósforo fue”. Si de escasa iluminación se tratara… Pero, claro, no se trata sencillamente de la iluminación de un corso. ¿O sí?
Esta patética postal del carnaval porteño no es obra de la casualidad. Parte de su explicación está en los consecuentes ataques y prohibiciones que vino sufriendo este festejo a lo largo de su historia. Para no ir muy lejos, desde el decreto de prohibición del feriado promulgado por la última dictadura militar argentina, hasta la curiosa desatención de dicho decreto por parte de los sucesivos gobiernos democráticos, pasaron más de treinta años.
Parece existir una seria incompatibilidad entre el discurso festivo, lumínico, del carnaval y el discurso sombrío de las autoridades de turno.

AQUEL DE LA PRONTA FAMA

La historia de nuestra literatura, según la autorizada voz de turno, también se encargó de iluminar algunas zonas, intentando ensombrecer otras.
Es significativo el caso del Fausto, de Estanislao del Campo, que debió soportar los embates de varios próceres de nuestras letras. Este libro, cuya primera versión fue publicada en un periódico de la época “Correo del Domingo” y una semana más tarde en otro, “La Tribuna”, alcanzó su versión definitiva en forma de folleto el 8 de noviembre de 1866. Exactamente un mes después de la primera publicación. El Fausto –también llamado Fausto criollo–, narra el encuentro de dos gauchos, Anastasio el Pollo, conocido personaje de la obra anterior de del Campo, y un tal Laguna. En el vivaz diálogo que se entabla entre ambos, el Pollo relata a Laguna su reciente experiencia como público de una ópera representada en el teatro Colón de Buenos Aires.
La mencionada ópera Fausto, del francés Gounod, basada en la obra homónima de Goethe, recrea, a su vez, una leyenda medieval. Del Campo, entonces, viene a coronar este periplo transitando el difícil pasaje de lo trágico a lo cómico mediante un poema irreverente y paródico. Y es precisamente en este desplazamiento donde afloran ocultos resortes de significación que hacen de este pequeño ejemplar un libro difícil de acomodar en cualquier estante de esa incipiente biblioteca nacional, que ya contaba en su haber con los volúmenes de una romántica generación del `37. Desplazamiento que permite, sobre todo y más allá de las intenciones del autor, una lectura diferente de un acontecimiento cultural de tradición europea. Y por otro lado pone en juego opuestos históricos: campo/ciudad, culto/popular, lo alto / lo bajo, como se dice en el barrio, que en algún punto revelan matices de identificación, desbaratando el supuesto carácter hegemónico de uno sobre otro.
Un dato no menor, que suma a la irreverencia del gesto, es que Estanislao había presenciado la ópera estrenada en Buenos Aires y escribió el poema la misma noche en que regresó del teatro. Las correcciones finales no le llevaron más de cuatro o cinco días.
Curiosa resultó la inmediata repercusión que tuvo el libro. Sus versos fueron adoptados tanto por el público selecto que frecuentaba el teatro, como por los cantores y recitadores de pulpería.

A LOS BIFES CON EL POLLO

El ambiente intelectual tampoco tardó en reaccionar. Y si bien el libro tuvo una favorable recepción ya por parte de José Mármol, Ricardo Gutiérrez o Guido Spano, que interpretaron y celebraron con mayor o menor voluntad el registro paródico, el primero en tirar la piedra fue el mismísimo José Hernández, que en su carta prólogo al Martín Fierro -año 1872- toma distancia de lo que él considera, palabras más palabras menos, una tomadura de pelo a la imagen del gaucho.
La familia es lo primero, habrá pensado su hermano Rafael que, aquejado de daltonismo literario, no supo ver un acierto en el color overo rosao del parejero.

La estrofa de la discordia:
“En un overo rosao
flete nuevo y parejito,
caia al bajo, al trotecito,
y lindamente sentao,
un paisano del Bragao,
de apelativo Laguna:
mozo ginetaso,¡ahijuna!
como creo que no hay otro.
Capaz de llevar un potro
a sofrenarlo en la luna.”

No contento con objetar el pelo del animal, por considerarlo un caballo más apropiado para las tareas rurales que para ser montado, también la emprendió con el uso del verbo sofrenar, argumentando que sofrenar un caballo no es propio de jinete criollo sino de gringo rabioso.
Ni lerdo ni perezoso, por seguirle la rima a Hernández, don Leopoldo Lugones, en su empeño por canonizar el Martín Fierro, no tuvo ningún reparo en sumarse a las críticas de Rafael Hernández. Decretando inverosímil, aun en la ficción, la posibilidad de que un gaucho se entusiasmara con una ópera y menos que ingresara, motu proprio, al teatro Colón.
Años más tarde, otro lector argentino, un tal Jorge Luis, vino a terciar en esta disputa. Y haciendo gala de su acostumbrada economía de lenguaje, le responderá a Lugones que no supo entender que todo el poema se trataba de una broma.
Lapidario, Borges, mató dos pájaros de un tiro. Por un lado, luego de haber ensalzado la frescura de los diálogos en el Fausto ahora lo rebaja a la categoría de broma. Y por el otro, califica a Lugones de ingenuo lector.
No es novedad que la historia de la literatura ha sido para Borges una de sus prioridades. Sus muchas e irónicas declaraciones al respecto hablan por sí solas. En algún lado leí esta anécdota ocurrida en la Facultad de Filosofía y Letras: Enrique Pezzoni le pregunta qué opina del libro titulado Matando enanos a garrotazos, de Alberto Laiseca. Borges responde: “Caramba, parece un plan para reescribir la historia de la literatura argentina”.
Y, claro, no es poco lo que se juega en la construcción de una historia, aunque más no sea de una historia de la literatura. Y Borges supo tener muy presente la influencia de la ficción literaria en la configuración de las identidades nacionales. Por eso no le perdonó a Lugones el haber instituido el Martín Fierro como el libro canónico de los argentinos. Según Borges, es la historia de un matrero, un desertor, un asesino. Y así fuera la de un gaucho tampoco serviría ya que éste representa a un sector reducido de la población. De hecho, en El Matrero, escribirá: “pienso que nuestra historia sería otra, y sería mejor, si hubiéramos elegido, a partir de este siglo, el Facundo y no el Martín Fierro”.

POR LA VUELTA
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Ya de regreso por una Lope de Vega en penumbras, y para estirar la noche un poco más, me quedo mascando el chicle de Borges: nuestra historia sería otra…
Al encender la luz de mi casa inevitablemente dirijo la mirada hacia la biblioteca. Allí lucen imponentes los anchos lomos del Facundo y el Martín Fierro. Busco, no sin dificultad, el ejemplar del Fausto de Estanislao. Lo tomo en mis manos, lo sopeso, juego un poco con él, trato de imaginar cómo sería… Pero no, imposible. Y sin embargo no puedo evitar preguntarme si aquella exigencia de verismo por parte de Hernández y Lugones, no estaba ya cumplida en este libro pequeño, de lomo delgado, escrito en cuatro o cinco días; en este campito ficcional garabateado como por arte de la improvisación; en esta broma literaria, digo, considerando el decurso histórico de un país rehén de una ficción europea, de un país que, ciertamente, mueve a risa.
En fin, peregrinas especulaciones que, en todo caso, me permiten apoyar la cabeza en la almohada con la única certeza de que este carnaval sería otro.
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publicada en el número 3 de Revista Lamás Médula (versión digital).
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miércoles

A leer ¡AL SUBSUELO!

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Este jueves 11 a las 21hs:

Poesía en el umbral

Poetas noveles
leyendo en el subsuelo de la facultad de filosofía


* Ezequiel Ábalos
*Graciela Pucci
* Daniel Bello
* Esteban Gonzalez
*Paulo Giacobbe
*Paula Carman
* Nestor Colón
*Leandro Ventaja
*Patricia Corrales

+ micrófono abierto
+ músico invitado


Coordina: Gito Minore



Puán 480
Facultad de Filosofía yLetras (Subsuelo),
U.B.A.
Capital Federal

Convoca: Puesteros de filo

Se agradece su difusión
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viernes

Que esta Puta, Vieja y Fría nos tumba sin avisar

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La puta, vieja y fría parece que se ha ensañado con los compañeros uruguayos: el Zita, el canario Luna y ahora el Sabalero. Irrepetibles.

¿Quién, ahora, va a decir como vos, Saba?





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domingo

Crítica y Clínica (fragmento) -Gilles Deleuze-

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El problema de escribir: el escritor, como dice Proust, inventa dentro de la lengua una lengua nueva, una lengua extranjera en cierta medida. Extrae nuevas estructuras gramaticales o sintácticas. Saca a la lengua de los caminos trillados, la hace delirar. Pero asimismo el problema de escribir tampoco es separable de un problema de ver y de oír: en efecto, cuando dentro de una lengua se crea otra lengua, el lenguaje en su totalidad tiende hacia un límite “asintáctico”, “agramatical”, o que comunica con su propio exterior.


El límite no está fuera del lenguaje, sino que es su afuera: se compone de visiones y de audiciones no lingüísticas, pero que sólo el lenguaje hace posibles. También existen una pintura y una música propias de la escritura, como existen efectos de colores y de sonoridades que se elevan por encima de las palabras. Vemos y oímos a través de las palabras, entre las palabras. Beckett hablaba de “horadar agujeros” en el lenguaje para ver u oír “lo que se oculta detrás”. De todos los escritores hay que decir: es un vidente, es un oyente, “mal visto mal dicho”, es un colorista, un músico.


Estas visiones, estas audiciones no son un asunto privado, sino que forman los personajes de una Historia y de una geografía que se va reinventando sin cesar. El delirio las inventa, como procesos que arrastran las palabras de un extremo a otro del universo. Se trata de acontecimientos en los lindes del lenguaje. Pero cuando el delirio se torna estado clínico, las palabras ya no desembocan en nada, ya no se oye ni se ve nada a través de ellas, salvo una noche que ha perdido su historia, sus colores y sus cantos. La literatura es una salud.
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