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TERRAZA



¡dónde estamos parados!





Implementando una lógica que aún no alcanzo a comprender, don Donato y su cuadrilla de albañiles han decidido comenzar la construcción de este monoblock ¡por la terraza!


Sí, así como les digo. Gilles Donato, un simpático paraguayo que acostumbra presentarse con un arrugado título de “Maestro Mayor de Obra” bajo el sobaco, asegura que la mejor manera de darle solidez al edificio es comenzando por la terraza.


Hoy a las cinco de la mañana me despertó con un llamado telefónico para convocarme
a la inauguración de la obra. Emocionado por el acontecimiento, y sin que le temblara la voz, me dijo: “don Colón, a ver si se llega usté prontito hasta la obra pa' colocar la Piedra Jundamental”. La solemnidad que le imprimió a ese final: “Piedra Jundamental” me terminó por convencer. “Al fin y al cabo –pensé- un tipo que es capaz de hablar a las cinco de la mañana con ese tono, merece ser tomado en serio”.


Media hora más tarde ya me encontraba en el terreno pelado de la futura obra con un escenario complicado de entender. Don Donato, luego de pronunciar unas breves palabras, no exentas de emoción, me hizo entrega de una tijera instándome a que cortara la cinta de raso que tan prolijamente se había encargado de tender. “Déle hombre, péguele un tijeretazo nomás”.


Luego de unos escasos aplausos, y con la idea fija de volver a la cama calentita, le devolví la tijera. El tipo, adivinando mi intención, me tomó firme por el brazo y sin mediar palabra me llevó hasta la zona especificada para comenzar la obra. Me di cuenta de su consumado materialismo cuando me dijo: “Nada de simbolismos don Colón”. Y, acto seguido, me alcanzó un pesado ladrillo.


“Carajo, que está pesado esto”. Me miró con severidad y me respondió: “Así debe ser. La Piedra Jundamental es parte de los cimientos del edificio. Y si la obra no tiene buenos cimientos se puede derrumbar en cualquier momento”. Ya un poco cansado de esta historia absurda, lo miré al tipo con mi mejor cara de incredulidad. Por toda respuesta recibí un: “Déle hombre ¡no sea cagón! y apoye de una buena vez ese ladrillo en el aire”.


Treinta metros debajo de nosotros los albañiles, con los pies en la tierra, sonreían mirando la escena. La mezcla burbujeaba en los baldes. Las cucharas empuñadas con absoluta convicción.


“Manos a la obra” gritó don Donato, mientras alineaba el segundo ladrillo junto a la piedra jundamental.



La foto pertenece a la serie "Obra" de Daniel Berens (un amigazo)


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domingo

CRÁTERES

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Luego de arduas deliberaciones con mi flamante asesor literario "don Donato" (secundado por su cuadrilla de albañiles) hemos decidido comenzar la publicación de esta novelita, "La Zanja de Alsina", por el segundo capítulo.
Lo único que logré obtener en medio de una acalorada disputa intelectual (que incluyó improperios varios en idioma guaraní por parte de su ya "patota" de albañiles) fue el permiso para adelantar un breve resúmen del capítulo 1.
Sepan disculpar esta curiosa modalidad de lectura, pero, al momento de esta nueva entrada, me encuentro rodeado de amenazantes picos y palas que supervisan el cumplimiento de lo "votado" en democrática asamblea.






Extracto del capítulo 1 (a modo de introducción)



“Y así, dos metros bajo tierra, en la - ya cavada- Zanja de Alsina, allí mismo fueron sorprendidos el coronel René Rico y su partida de Húsares de Momo, mientras quemaban jactanciosas y filosóficas dudas alrededor de un fueguito castrense. ¡Tomando mate! los muy tagarnas fueron sorprendidos tomando mate y en pleno desacuerdo filosófico.”


“Ajenos a la tragedia acontecida en el sector oeste de la Zanja de Alsina, en la Villa Ocampo estaban a la orden del día los innumerables proyectos esbozados por la inteligencia militar, amén de los civiles inteligentes, para ponerle freno a las incursiones del patagónico cacique “Lírico Yo” que diezmaban a la tropa y asustaban a la población. Ilusos, los hombres civilizados todavía albergaban serias esperanzas en que la recién estrenada Zanja operara como dique de contención a la barbarie.”


“Así es ¡Caballeros! porque habrá que decirlo alguna vez y decirlo con todas las letras. Aquí se libró una gran batalla. Digo más: Unas Grandes y Sangrientas Batallas. Pero en los territorios del lenguaje. Y no como la cuentan: “por un pedazo de tierra”.
No, no y ¡NO! Nada de “dame un tajada de meseta” o “conformate con esta península” o “devolveme el cauce del río seco”.
No Señores. Esta fue una guerra por el sentido, una guerra por otorgarle un sentido a… a la guerra y también, de paso, a los militares.”


“Porque la lengua… la lengua… “La Lengua es la Patria” –algún desacatado dijo- y como tal: fundacional. La lengua… La Lengua bien usada es una herramienta insuperable para… (bueno, ustedes ya lo deben saber… pero aun así tengo que decirlo) para… para la construcción de la Realidad, así, con mayúscula. ¡Señores! Nada de jeroglíficos, dibujitos, pinturas rupestres, imágenes indescifrables y todas esas boludeces que la historia cuenta. Nada de fenomenología y espiritualismo en las tolderías del Patagónico Yo Lírico.”






CRÁTERES



“los soldados mueren en los combates,
desertan o cambian de bandera”

Domingo Faustino Sarmiento. (de su libro FACUNDO).




La edición especial del fanzine aborigen “Mano de Cobre” llegó simultánea y subrepticiamente -con gran esfuerzo de producción de parte de la indiada- a todos los fortines de frontera y, por supuesto, a la Villa Ocampo. Como era de esperarse no tardó en circular de mano en mano entre la soldadesca que no daba crédito a la blasfemante lectura. Peritos calígrafos, y algunos ex compañeros del coronel, certificaban –no sin horror- que efectivamente era su letra.
La inteligente estrategia desplegada por el patagónico cacique comenzaba a surtir efecto, ya sumaban cientos los cadetes que no le hacían asco al cautivante poema. La maniobra resultó sencilla pero efectiva: el número especial del fanzine resaltaba con grandes titulares en su primera plana un manuscrito del coronel René Rico, en el cual, con un estilo procaz, alentaba a los soldados a que “cambiaran de bandera”.
Acogido en su seno por el patagónico “Yo Lírico”, el coronel estrenaba literariamente su nueva condición:


“¡Ah! yacer en el oscuro pedernal de una noche pampa
a cielo abierto de mis párpados por vez primera
presiento el despertar de un primitivo corazón
hospedado de nalgas en la cálida arena.

Lo que yo siento en mi nueva condición
es una danza interna, núbil caracoleo,
una insondable letanía que me adormece…
y esto mi cacique, sí, se lo merece.

Yo he venido en busca de la “música vaga”
y en cambio,
la lírica vaguedad de la miusic
se ha instalado en mí…
En mí que soy…
Zoila esclava… la esclavilla
Zoila bastarda… en bastardillas
Zoila trastornada… la tordilla
del soutien y la tanga de chinchillas.

Soy la usurpadora, la pantera
que sigilosa por las noches cuatrerea
lanzas de punta placentera
que en este desierto no escasean.

Mas, no celes soldadito de frontera
a esta mujé… ¡Mujé de vera!
y abandona tú también la húmeda zanja,
porque allí donde supo habitar un jabalí
hoy, psicotica-mente, ha brotado un alelí.


- No loco, no me jodan, no me podés decir que está bueno, loco, es un bodoque literario eso.

- Tenés razón Olegario, cuando tenés razón… ¡Tenés Razón! Es muy afectado el estilo. La rima… a decir verdad no arrima una. Absolutamente cacofónico, es ilegible ese pastiche.

- Usted…des no entiend…den un carajo de literatura. No pued…den hablar, hacen una lectura patética y ortod…doxa. No se dan cuenta ¡Otarios! que la consonante y forzad…da rima está usad…da como un recurso irónico. El poema es maravilloso ¡Marmotas! y sino fíjense cuand…do incorpora ese españolísimo “Mujé, mujé de vera”, es una clara y ad…dred…de ruptura de la isotopía estilística. Ya me lo imagino al coronel cagánd…dose de risa de su propia ocurrencia. Para mí, Rico nos está mand…dand…do un mensaje… un mensaje en clave. ¡Manga de literales!

- Y éste, de dónde salió éste, callate ¡Chup…patintas!... “en clave” ¡pisst! ¡las cosas que hay que oír! “en clave…” En clave de sol le debe estar soplando el erque al cacique ahora mismo tu coronel.

Un furibundo portazo interrumpió la discusión en el casino de oficiales. Uno de ellos gritó: ¡Aaa…tención! y todos al unísono se cuadraron rígidos como cadáveres. Y no era para menos, había hecho su ingreso en la sala el comandante en jefe del ejército General Don Faustino del Tutte Cabrero, cuyo semblante lo decía todo.

- Debo confesarles que hace rato que estoy escuchando detrás de la puerta, pues considerando la grave situación que atraviesa la Patria Toda, ingenuamente me pregunté ¿qué inteligentes reflexiones estarán haciendo en estos precisos momentos nuestros ilustres oficiales? A ver… a ver… caballeros ¿Qué se piensan que es esto, el salón literario de Misia Mariquita Sánchez de Thompson? o… tal vez… o… quizás… sí, ya sé… ya sé… señores… Tal vez crean que son… que son… los… los panelistas de Gerardo Sofovich en “Polémica en el bar”. ¡Ja!

Esta ligera cesura que con bastante frecuencia se producía en el cerebro de don Faustino, este delgado reposo, en apariencia dubitativo, no era tal. Vale aclarar que don Faustino –como todo buen soldado- no dudaba. Era, más bien, una manía… algo así como una extravagancia discursiva; el espacio suficiente para encontrar y, a su vez, poder invocar en su discurso la comparación apropiada entre una equis situación y un programa de televisión. Esto ponía los pelos de punta a sus interlocutores. Y todavía más odiosa resultaba la ya característica interjección con que remataba sus comparaciones. Era la coronación sistematizada de su triunfo: si él consideraba que había estado “Bien” remataba con un ¡Ja! Ahora, si evaluaba que la ocurrencia resultaba “Brillante”, eso sí significaba un ¡Ja! ¡Ja!
En síntesis ¡Ja!: el paroxismo mendaz de la auto complacencia, ya que nadie podía fiscalizarlo. Aunque, nobleza obliga, debemos decir también que en este aspecto era muy riguroso consigo mismo. No era muy frecuente que se adjudicara un “¡Ja! ¡Ja!”.
Ostentoso recurso que…

Aclaremos antes de continuar ¡y muy brevemente! que el único televisor que había en la Villa Ocampo era de su exclusiva propiedad. Y así se lo pasaba, el muy bastardo, horas y horas, a veces días enteros con sus noches frente al televisor sin permitir que nadie lo interrumpiera. En una palabra: un excitado de la pantalla.
En cierta ocasión, su asistente personal -el único que tenía el acceso permitido y el único también que tuvo el privilegio de ver un televisor encendido- entró al cuarto y lo encontró al viejo dormido y despachurrado en el sillón. El aparato, si bien estaba funcionando, sólo emitía una señal gris de sombras confusas y un siseo en extremo molesto. Considerando que era tarde, el inteligente soldado dedujo que la programación había terminado. Con sumo sigilo apagó el televisor…
¡Para qué! el viejo se levantó enfurecido con todas las intenciones de hacerlo fusilar de inmediato. “Corte Marcial, Corte Marcial” aullaba el viejo. El soldadito, más chiquito que nunca, temblando intentó explicar, confusamente, lo de la señal gris… las sombras… “Pero ¡Pedazo de Imberbe! eso que usted llama confusas sombras es la presentación de ¡La alegoría de la caverna! el último programa de Platón, a quien usted ni siquiera habrá oído nombrar” -le respondió, Cabrero, el general-. Después, en un gesto no exento de cólera, le señaló la puerta con su exagerado dedo índice.
Ya a solas, el general se preparó un truculento emparedado de lengua de indio salvaje –a la vinagreta- con abundante ketchup, para luego sumergirse de lleno en -lo que él llamaba- su programa favorito. El amanecer lo encontró con los ojos inyectados en la pantalla gris, y recién cuando comenzó la programación fue vencido por el sueño.
En verdad, aquello que el viejo buscaba entre esas “confusas sombras” emitidas por el aparato una vez concluida la programación, era una sola sombra; una sola sombra que lo obsesionaba desde hacía varios años, y ésta era La Sombra Terrible de Facundo. Por eso, con las primeras luces del día, ensombrecido y fracasado, abandonaba la titánica tarea.
Platónico hasta el fanatismo o fanático hasta el platonismo, resulta éste un dato más que interesante para imbuirnos en la complicada psicología de este personaje. Y por cierto, nos obliga a referir otra anécdota más. Años atrás, por estas idas y venidas propias de la inestabilidad política, don Faustino debió hacer una breve estancia en la cárcel. Ya en su celda se convirtió en objeto de diversión para la soldadesca y los mazorqueros. Diversión que, matizada con abundante aguardiente, ponía, las más de las veces, su vida en serio peligro. En una de estas violentas circunstancias resultó herido con la punta de una lanza. Creyéndose morir, y a manera de epitafio, alcanzó a escribir con un carbón en la pared de la celda “On ne tue point les idées”. La frase conmocionó a toda la soldadesca, pensaron que el viejo estaba poseído por el demonio y de inmediato llamaron a un cura para que lo exorcizara. El cura, que chapuceaba algo de francés, les explicó que la frase pertenecía a un idioma europeo. Ante la insistencia de los soldados no tuvo más remedio que traducirla: “Bárbaros, las ideas no se degüellan… o algo así”-dijo el joven curita sin darle mucha importancia al asunto-. El asunto fue que los soldados, más conmocionados que antes, comenzaron a rascarse la cabeza y se miraban entre sí, confundidos, hasta que uno de ellos aplicando cierta lógica doméstica dijo: “Pero claro, m’hijo, el viejo tiene razón, cómo vamo a degollar ideas si las ideas no tienen cogote”. Luego de unos dramáticos momentos, todos asintieron con la cabeza y se escucharon algunas voces diciendo: “sí, tiene razón”; “el viejo tiene razón”; “obvio, obvio”-repetía un fiero mazorquero-. La cuestión que, en esa ocasión, el viejo salvó el pellejo –por un pendejo-.
Ahora, la verdad, la verdad de la milanga, es que el viejo no quiso escribir ninguna metáfora. Él, -ya lo dijimos- fanático hasta el platonismo, estaba absolutamente convencido de que él mismo era lo que se dice una “Idea Platónica”. Y ¡ojo! -nada de boludeces- una “Idea Platónica” con todos los atributos correspondientes. Aseguraba ser “inmutable” (siempre estoy firme, como el rulo de mi estatua); “en sí y por sí” (nunca me contradigo); “único en su género” (se rompió el molde); “inteligible” (¡piensen en mí!); “simple” (monoambiente: de una sola pieza); “inmortal” (obvio: padre del aula…) y ahora ya se le empezaba a complicar: “invisible” (soy tan paradigmáticamente perfecto que no puedo ser otra cosa que una alucinación colectiva). El problema se le suscitó cuando por primera vez se vió delante de un espejo. “¡JODER! –pensó- con este desaprensivo dato empírico”. De inmediato mandó a embalar todos los espejos existentes en la Villa Ocampo, y los despachó por encomienda hacia el territorio indio. ¡Que se las “vean” los infieles con el jodido invento! –rezongó-. Resulta un anecdotario enciclopédico la vida de este viejo sátrapa. Pero viene a cuento, un poco para aclarar este último punto, una de las tantas charlas que solía tener con el ¡otro sátrapa! coronel René Rico, aficionado también a la filosofía:

¬-Ciertamente no logras convencerme Faustino, con esto de tu invisibilidad, pues ¡por Zeus! que en este preciso momento te estoy viendo. ¿O… es que dirás lo contrario?

-Así lo afirmo, mi querido René.

-Pues bien ¡por Zeus! anímate a explicarlo nuevamente para mí.

-Ya que insistes. Pero, en verdad, no quería volver sobre este punto, mi obtuso amigo, pues ¡por Zeus! que ya no se trata de mi invisibilidad, sino ¡de tu imbecilidad! Cualquier palurdo estaría en condiciones de entenderlo… ¡Joder!

-Tenme paciencia, mi preclaro amigo, considera que no todos somos portadores de un balero como el tuyo. La prueba la tenéis en que yo sólo he llegado a coronel, cuando tú ya eres general.

-Obviaré la irónica alusión al tamaño de mi cabeza e intentaré, mi zalamero amigo, por enésima vez la explicación.

-¡Por Zeus! Faustino, que ardo en deseos de escucharte.

-Bien, mi pequeño repollo filosófico, contéstame: ¿Es que ya has visto alguna vez un unicornio con tus ojos?

-¡Por Zeus! que nunca he visto uno.

-Bien, bien… ¿Pero acaso lo has percibido con algún otro de los sentidos del cuerpo?

-¡Por Zeus! Faustino, déjame ver… pues, diría… que… que no… o no, no… ¡Que sí! Faustino, que sí, ahora que lo mencionas… debo confesarte que sí ¡Por Zeus! que lo he percibido.

-(Este boludo me vino a complicar toda la teoría) –pensó el general- A ver, a ver, mi estimadísimo René, cuéntame como es eso de que has percibido con algún sentido al unicornio.
-Bien Faustino, pero debo contar con tu silencio al respecto. Días atrás, me levanté ¡feliz! como todas las mañanas, le preparé el desayuno a mi amada esposa y cuando me disponía a peinarme me pasé la mano por la cabeza y percibí una, una sola e incipiente protuberancia en la zona superior de mi frente. Considerando que no había recibido ningún golpe durante el día anterior, no tuve más remedio, y tú sabes, mi preclaro amigo, tú bien lo sabes, cuánto nos duele a nosotros ¡hombres civilizados! apelar a la ley del último recurso, pero como te decía, no tuve más remedio… Faustino, no tuve más remedio que… que interrogar a mi amada esposa ¡Faustino! y mediante la técnica del submarino seco confesó, la muy perra, confesó que…

-Está bien…está bien coronel, (espero que esa perra no me haya mandado en cana, sino voy a tener que hacer desaparecer dos cadáveres más) pero, no hace falta que se explaye al respecto. En realidad, yo me refería a otra cosa con mi pregunta. A ver… a ver, vayamos por otro lado. Retomemos el rango filosófico de nuestro diálogo. Dime, mi Rico coronel. ¿Tú afirmas, fehacientemente, que me estás viendo?

-¡Por Zeus! Faustino, eso mismo estoy afirmando.

-Bien, muy bien, mi proyecto de general, veo que vamos retomando –a propósito, sírveme otro copita de ese letal oporto que le confiscamos a los gallegos, nunca tan oportuno-. Retomando –decía- el carácter filosófico de nuestra tertulia, entonces estarás en condiciones de afirmar también que me conoces.

-Pero ¡por Zeus! Faustin, qué preguntas me haces. Cómo no te voy a conocer, si nos criamos en el mismo barrio.

-Pues lamento decepcionarte, mi caro amigo, pero nuestro mutuo conocimiento proviene de un lugar mucho más alejado en el tiempo y en el espacio. Nosotros, nosotros nos conocimos allá… allá en el Hades.

-¡Joder! Faustino, que no paras de asombrarme. Yo debería estar muy borracho en esa ocasión pues no recuerdo ninguna güisquería con ese nombre.

-¡Qué bruto eres, hombre! Y mira, mira como escribes “güisquería” ¡Animal! Ciertamente, cada vez dudo más de que hayas estado allá… allá en el Hades. La verdad, la verdad es que se está agotando mi educadora paciencia ¡Joder! ¡Joder! y ¡Joder, con estos jodidos galleguismos que me ponen! Voy a tener que incorporar el idioma griego como obligatorio en los nuevos planes de estudio. A ver si me empiezan a traducir en argentino de una puta vez, che. Bien, hagamos un repaso y acabemos de una puñetera vez. Tú afirmas que me ves, y también afirmas conocerme, ¿es esto cierto?

-¡Por Zeus! Faustino, nunca podría negarlo.

-A propósito, mi monoteísta amigo, no conoces otro dios para invocar que no sea ¡Zeus! ¡Joder también con el Zeus ese! Pues bien, cuando tú afirmas que me ves y que me conoces, ciertamente lo que esta operando en tu limitado cerebro es aquello que yo llamo “reminiscencia”. Y haz un jodido esfuerzo por entender, porque te lo voy a explicar una ¡Una sola y puñetera vez! Te reitero entonces, que nos hemos conocido allá… allá en el Hades, pero a ti se te escapa un pequeño detalle: yo… yo me he quedado allá… allá en el Hades, mientras tú, mi mundano amigo, tú has regresado aquí. Has regresado a esta borroneada fotocopia de la realidad. Por lo tanto, cuando ves… no sé… una espada… una pluma… o cuando escuchas “La Palabra”, es lógico que te acuerdes de mí, ya que estas cosas me caracterizan, y entonces, por asociación, la reminiscencia opera en tu cerebro. Dato curioso éste, pues si puede operar en tu cerebro, significa que la reminiscencia no discrimina, es como una 4 x 4 apta para todo terreno. Deberé consignarlo en mi teoría. En conclusión: yo no estoy aquí, mi estimado esquizofrénico, soy sólo una alucinación de tu afiebrada imaginación.

-¡Por Zeus! Faustino, realmente a veces hasta me haces dudar de la verdad. No obstante, podría jurar que te veo y que además te podría tocar.

-¡Coños y Boñatos! y dale con Zeus y con la puñetera empiria. Pues bien, si tú afirmas que me puedes tocar, ven y tócame.

El coronel se levanta y le aprieta la panza.

-Pues bien Faustino, creería estar tocando tu panza que ¡por cierto! bien rolliza está.

-Pues bien, mi osezno filosófico, debo advertirte que nuevamente has sido víctima de tus sentidos que ¡entre paréntesis! ya te aclaré que no sirven para un carajo. Pues todo este tiempo has estado hablando delante de un cerdo al cual precisamente has tocado, por eso has experimentado la sensación de rollizo.

-Ahora que lo dices Faustino, te asemejas bastante a un cerdo, a un cerdo enojado, también.

-Bien, mi bigotudo jabalí, te voy a dar un ejemplo de lo falaz que pueden resultar los sentidos. Hace un momento me has mencionado el desgraciado episodio del unicornio. Único cuerno que aseguras tener, y que has advertido por el tacto de tu mano. Pues bien, ingrato esposo, ponte una mano en el corazón y dime, dime si realmente crees que tu santa señora sería capaz de jugarte tan mala pasada.

-A decir verdad, mi preclaro amigo, me dejé llevar… me dejé llevar por una confesión arrancada a la fuerza y…

-Permíteme corregirte, mi crédulo coronel, en realidad te has dejado llevar por los engañosos sentidos. El tal cuerno no existe, como tampoco existo yo, en este puñetero mundo, sólo somos producto de tu fantasía mal aconsejada

-¡POR ZEUS! Faustino, eso significa que no soy un cornudo. No Soy Un Cor Nu Do. ¡Por Zeus! Faustino, ahora sí me has convencido, me has guiado hacia La Luz. Nuevamente, indiscutido maestro, me has hecho… me has hecho parir.

-Así es mi avanzado aprendiz, es duro el camino hacia la luz ¡Joder, que fue duro! Ahora puedes ir a darle un beso en la frente a tu pulposa mujer, y pedirle las disculpas del caso como corresponde a un insigne militar. (Que luego, también iré yo) –pensó-.


Ostentoso recurso –decíamos antes de sumergirnos de lleno, también nosotros, en las aguas de tan turbia aclaración- que le servía a don Faustino para sostener la rigurosa estructura piramidal del poder. Conocedor de las últimas teorías en materia de semiología, aprovechaba para mechar sus discursos con crípticas alusiones -programas de TV, spot publicitarios, etc…- de las que sólo él conocía el referente. Sabedor, el zorro viejo, del poder que otorga el saber, no dejaba pasar ninguna ocasión para poner de manifiesto su luengo patrimonio televisivo y, de esta manera, establecer claramente la diferencia que lo aventajaba de sus ocasionales interlocutores.

A decir verdad, nunca esperaba una respuesta a sus magistrales y retóricas intervenciones. Por lo tanto continuó con su reprimenda.


- Mientras ustedes ¡Ilustres Tagarnas! se preocupan por la calidad literaria de ese… ese blasfemante poema, me acaban de informar que los infantes de la compañía “Flojos de Aros”, después de leer el infame fanzine, se encuentran amotinados y alborotados planeando el cruce de la Zanja.

El silencio resultó sepulcral. Todos sabían que el cacique, esta vez, había pegado duro. El coronel Rico era un referente emblemático para la tropa.

- Alguno de ustedes se encuentra en condiciones de brindarme información fidedigna sobre… ese… ese… Traidor de Rico. Ese… ese degenerado y “cornudo” traidor… y pensar… pensar que fuimos… fuimos compañeros de promoción… pensar que yo lo quería… yo lo quería como a un…(no, no lo digas ahora, reservatelo para el final) –pensó-.

El muy vil ya tenía resuelto el remate, sólo… sólo estaba retardando… retardando el… el placer… el placer de demorarse… de demorarse en pensarse… pensarse a sí mismo, cayendo… cayendo por la cesura… por la zanja… por ese maravilloso cráter que se abría en la corteza de su cerebro y del cual –él sabía- emergería…-siempre lo hacía- emergería triunfante desde el fondo de ese profundo agujero negro, emergería y rimaría embrutecido, sulfuroso y volcánico (¿bárbaro?) arrastrando todo a su paso… Arrastrándose a sí mismo si fuera necesario.


- Pensar… pensar que yo… yo pensé que iba a ser… mi sucesor… Pensar… pensar que… pensar que yo… cómo decirlo… yo… yo lo tenía conceptuado como… como mi mejor soldado… yo… yo lo tenía… lo tenía como…como mi natural… mi natural sucesor…yo lo tenía conceptuado… no…no, conceptuado no… No… minado… sí, sí, ¡ahí está! Sí… sí señores… YO… YO… lo tenía No… minado… ¡NOMINADO… lo tenía NOMINADO para ingresar a la casa… a la Casa de Gran Hermano! ¡Ja! ¡Ja! –creo que esta vez me lo merezco-.

Nuevamente, el silencio resultó sepulcral.

- Es que nadie me va a responder ¡Carajo! Nadie sabe nada sobre el destino de ese traidor… Nadie sabe nada sobre los Húsares de Momo… O acaso… acaso tendré que… tendré que… ir… sí… sí… tendré que ir… en busca de un emotivo reencuentro con… con el coronel… ¡qué digo, coronel!… con… con mi hermano… tendré que ir al… ¡Carajo! al programa de… Franco… de Franco Bagnato: “Gente que busca gente” ¡Ja!

Al fin, alguien tomó coraje y se animó a responder.

- Mi General. Con su permiso. Teniente Primero Grud…den, de la Central de Inteligencia. Señor, nuestros informantes nos avisaron que, desgraciad…damente, ¡Señor! el coronel René Rico, luego de probar los encantos del patagónico “Yo Lírico” se ha transformad…do ¡Señor! se ha transformad…do… se… se hace llamar Zoila y, ad…demás, ¡Señor! ad…demás se ha hecho poeta ¡Señor! ¿O…? ¿O poetisa…?

- Pero dígame una cosa Gruñen…

- Grud…den ¡Señor! si me permite. Grud…den, con doble “d” ¡Señor!

- Ah, bueno… lo único que falta ahora es que el señorito sargento me interrumpa en estos momentos en que la Patria Toda se encuentra al borde del colapso, para corregirme por culpa de una mala pronunciación de su apellido. Dígame una cosa Gruñen, a usted le parece importante el ortopédico y empírico dato que significa la doble d de su apellido, no se da cuenta que hasta resulta difícil de pronunciar. O acaso quiera ud refregarme por el rostro su olorosa ascendencia prusiana. Mire, m`hijito, de este lado de la Zanja el único que tiene derecho a portar una doble consonante en el apellido es, precisamente, su Comandante en Jefe, está claro. Mi apellido es del Tutte Cabrero, como ud bien sabrá. Y a nadie ando demorando con aclaraciones que a nada conducen. Además, yo escuché Gruñen, y si yo escuché Gruñen, ud de ahora en más será Gruñen. ¿Entendió?

- Sí, mi general. Sargento Gruñen, a sus órd…denes ¡Señor!

- Bueno, Gruñen… o Grud…den ¡O como boñatos sea! Usted, más que de la Central de Inteligencia parece de la Central de Negligencia mi amigo, por qué no me brinda una información que yo desconozca… vamos, haga un esfuerzo Gruñen.

- Sí ¡Mi General! Nuestros informantes aseguran que la compañía Húsares de Momo se lo pasa tod…do el día destruyendo eufemismos. ¡Señor!

- Pero entonces este cacique está más loco que yo. Acaso ¿No lo han condenado al coronel Rico a fabricar eufemismos de por vida? ¿Estará implementando alguna lógica aborigen que desconocemos, ese… ese jodido sofista?

- Si me permite ¡Señor! No es así. “Yo Lírico” es más inteligente de lo que nosotros suponemos. Los eufemismos fabricad…dos por el coronel son rigurosamente inventariad…dos por el cacique y a posteriori destruid…dos por los Húsares de Momo ¡Señor! Esto le permite ad…diestrar a su grupo de elite “Cazad…dores Orales” en la rápid…da id…dentificación del –según él- obsoleto eufemismo. Esto se pued…de leer en su último libro: “Las cosas por su nombre” de reciente aparición. ¡Señor!

- ¡Ajá! mire usted, así que publicó un nuevo libro el patagónico cacique…

- Afirmativo ¡Mi General! y, si me permite, a tod…das luces recomend…dable ¡Señor!

- No le pedí ninguna opinión literaria al respecto ¡Gruñen! limítese a hacerme llegar un ejemplar a mi escritorio. Y pida un turno con el fonoaud…diólogo ¡Carajo! O no se da cuenta que es contagiosa esa mierd…da de virus que pad…dece.


Dicho esto se retiró contrariado no sin antes echar una mirada intimidatoria a los oficiales. A causa del furibundo portazo, a Grud…den se le aflojó la d de más que portaba su apellido. Y mientras se agachaba para recoger del suelo los fragmentos de su ortopédica consonante, por lo bajo gruñía: “Viejo Hijo de Put…ta”.
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5 comentarios:

viruta dijo...

por zeus, canejo!

no ves que me contracturo todita meta darle que darle con el botón del mouse a la barrita?

mejor esperar el email que confirme la edición en pelpa, o pronto - demasiado - quedaré tullida.

pd: lo de 'noche pampa' me compró con euros... sí, señor.

néstor dijo...

Estimada viruta (esto parece un encabezado escrito por un carpintero, jajaja) habiendo usted sobrevivido a tan extenso y pastoso texto y encima le haya quedado un resto para traer un ladrillo a la obra, la hace acreedora al premio mayor otorgado por don Donato: EL LADRILLO DE ORO que no es más ni menos que un ladrillo de oro, pero el pequeño detalle es que está autografiado por el mismísimo INDIANA JONES, paradigma de la aventura.

No me traiga euros que acá todavía nos manejamos con Patacones.

saraeliana dijo...

La literatura nos ha nutrido de patéticos personajes, pero la historia nos ha inundado de no menos patéticos próceres, que cuando se ponían en literatos ... bueno ... Resultado de un campo intelectual coincidente con el campo de poder, diría Juan Manuel Bordiú (ja)

Genial el humor emanado de la ironía (¿era para reír o para llorar?) de la sombra terrible, y así, entre el humor y el sarcasmo ir recorriendo la historia, tal cual es tu estilo. Siempre es un placer leer tan buena literatura con ese estilo tan personal y depurado.

Un abrazo, Eli

www.saraeliana.com.ar

saraeliana dijo...

La literatura nos ha nutrido de patéticos personajes, pero la historia nos ha inundado de no menos patéticos próceres, que cuando se ponían en literatos ... bueno ... Resultado de un campo intelectual coincidente con el campo de poder, diría Juan Manuel Bordiú (ja)

Genial el humor emanado de la ironía (¿era para reír o para llorar?) de la sombra terrible, y así, entre el humor y el sarcasmo ir recorriendo la historia, tal cual es tu estilo. Siempre es un placer leer tan buena literatura con ese estilo tan personal y depurado.

Un abrazo, Eli

www.saraeliana.com.ar

néstor dijo...

Volviste, Eli. Quedé medio preocupado luego de tu última respuesta en tu blog. Espero que las cosas se vayan encaminando.

Seguimos padeciendo patéticos personajes en ambos campos. La historia vuelve a repetirse, dice con razón el tango.

Un abrazo